EVA

Tengo en el pecho una llaga

que me la abrió tu desdén

Algún día, Dios lo haga

la sentirás tú también

todo en la vida se paga 

Ella decía como nadie aquel temazo de Alberto Villalón, ella acentuaba la frase, la desgranaba, la hacía flamear.

Eva, como la primera mujer. Eva, con la sencillez conmovedora del  rincón, del pequeño escenario, chocando la madera de las claves, con una flor en la cabeza. Eva, rodeada de los viejos maestros, rítmica, rotunda, poderosa.

Eva Griñán (Santiago de Cuba, 26 de octubre de 1946-Ibid., 5 de septiembre de 2013) se apareció en mi vida una noche del teatro Oriente. Cuarteto Proposición Cuatro.  Me removí en el asiento. La esperé a la salida. No sé si estoy  trastocando recuerdos, uniendo evocaciones, mas la curiosidad del periodista, ya iba conmigo.

 La primera entrevista con Eva fue una descarga eléctrica. Me contó de Karina mi noviembre azul  y de Daniel Vázquez, del Benny Moré y del Festival Lira de Oro; pero hay una anécdota, una gema, la que guardo, la que no puedo olvidar. La escucho ahora mismo.

La gira del Orfeón Santiago por Europa del Este, en el último año de los setenta, fue comentada en muchas publicaciones.  José Armando Garzón y Eva Griñán eran los solistas. Dos robles.

   A diapasón limpio, derritieron la nieve. En uno de esos conciertos, se acercó una señora que conocía muy de cerca el ámbito coral. Subió con sus  manos temblorosas a la altura de la cabeza, se quitó los pendientes y se los extendió a Eva, con una reverencia.

   Hay instantes que valen una vida.

 Me la encontré muchas veces, cantándole a la virgen, a la patria, a su padre. Y le dejé mi abrazo, mi admiración. Hay que decirle a las personas que uno la quiere, cuantas veces sea necesario.

Eva ya no está, pero sigue allí, como la primera mujer, en el rincón, con su voz profunda con el bolero, la trova, la tradición, con Cuba en su voz.

(Foto: Internet)

Reinaldo Cedeño Pineda

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